domingo, 25 de febrero de 2007
En paz
El puente sobre el R'io Kwai
sábado, 24 de febrero de 2007
El Bio Bio de Tailandia
jueves, 22 de febrero de 2007
Bangkok para principiantes
La cantidad de fotos que uno pudiera sacar en Bangkok en el primer d'ia es ilimitada, hasta el punto que el ojo comienza a funcionar como un obturador tras cada pestagneo. La capital tailandesa alucina y desilusiona a cada momento. Est'a infectada por el turismo. Tras las visitas a los templos se esconden triquignuelas como que los conductores del tuk tuk (taxi tipo motoneta) te dicen que un lugar est'a cerrado cuando no les conviene la ruta, o que un taxista se niegue a utilizar el tax'imetro, o que alguien en la calle se te acerque amablemente mientras miras desorientado un mapa, aparentemente para ayudarte, pero donde la conversaci'on termina en yo te hago un tour, sin dejar de antes comentar que le encanta visitar Chile, (a pesar de que seguramente ni siquiera sabe donde queda ). Al momento de almorzar en una, dos y tres ocasiones las cuentas de los restaurantes no coincid'ian con lo que dec'ia la carta. Quisimos pensar que era coincidencia, que ten'ian muchos clientes y que se equivocaban. En fin... as'i como Bangkok est'a infectado, uno tambi'en colabora con aquello al regatear hasta no dar m'as en los mercados o sacando fotos a todo lo que sea diferente, pasando a llevar religiones, ritos, karmas o lo que sea.
Intentar seguir un mapa es casi imposible. No solo porque las letras de ellos son distintas a las nuestras, sino porque parece que los cart'ografos tuvieron serios problemas con la pluma... las calles nunca son lo que parecen en el papel. De hecho eso fue lo que m'as nos afecto'o el primer d'ia, cuando por primera vez nos sentimos desesperados parados en la mitad de la ciudad, sin entender nada, con una paloma que me picaneaba la chala y con el calor que te dejaba pegajosa y fuera del alcance de cualquier desodorante.
Pero todo lo anterior le da el gustillo necesario para disfrutar de este ex'otico lugar. Sab'iamos que ser'ia as'i, y tal vez eso fue lo que nos atrajo. El desaf'io de vivir una cultura distinta.
El Wat Phra Kaew (uno de los tantos templos budistas) es majestuoso. Cuando lo vimos se nos apret'o el pecho tal como cuando llegamos a Machu Picchu. Si bien son culturas distintas son admirables las construcciones, y la adoraci'on verdadera a sus deidades. Sobre todo cuando uno piensa que est'an ubicados en plena ciudad, entre el ajetreo diario y el turismo. Miles de tailandeses rezan y entregan a diario ofrendas, mientras los turistas repletan los lugares cual parque de diversiones. La exigencia de sacarse los zapatos y los gorros, taparse los hombros y las piernas ayuda a recordar que estamos en un lugar sagrado que merece respeto.
La comida es tema aparte, sobre todo para m'i. Pero opt'e por convertirme en vegetariana. Y para ser sincera, muchas veces he comido pizzas, fideos y hamburguesas. Aunque hoy prob'e algo distinto, no podr'ia decirles ni el nombre ni sus ingredientes. Incluso no podr'ia hablarles bien del sabor, porque fue una mezcla entre dulce y picante que no se parece a nada de lo probado en otras partes.
As'i termina nuestro tercer d'ia en Bangkok, a minutos antes de comprar los pasajes hacia la frontera con Laos.
PD. Si en todo lo que dije anteriormente pareciera que no estoy disfrutando, es s'olo un error de interpretaci'on.
Mr. F
Auychai, mejor conocido como Mr. F (ef), tiene varias fotografías del rey de Tailandia y de un tipo gordo que acá llaman Buda adosadas a su taxi. F nos lleva a la estación de trenes. Queremos ir a Ayuttahaya, la antigua capital del reino de Siam ubicada a unos 80 kilómetros al norte de Bangkok. Trafic jam, traffic jam, repite F, quien insiste en llevarnos directamente a Ayuttahaya por 2 mil bath y mucho más rápido que el viejo ferrocarril. Andamos con lo justo, le respondimos a este joven y amable taxista. El pasaje en tren luego nos costaría solo 50 bath. Un dolar equivale a unos 40 bath. Auychai sonríe, como la mayoría de la gente acá en Bangkok. Hemos leído acerca de la sonrisa tailandesa y algo sobre la costumbre de los thai de guardar las apariencias. Es decir, evitar cualquier confrontacion y procurar no tener que avergonzar a nadie. Nada de mal. Y el rey?, le pregunto a Mister F. Lo primero que hemos visto al llegar acá son cientos de gigantrografias e imágenes del rey en todos los lugares imaginables. Aparece serio y de lentes en todas las fotos. Tiene 80 años y espero que viva muchos más, nos cuenta el taxista, que sigue riéndose. F nos dice que el rey, en realidad Bhumibol Adulyadej/Rama IX, es muy superior al anterior. Varias d'ecadas atras el antiguo monarca se apareció hace poco ante un millón de personas en el centro de Bangkok para saludarnos y ocurrió algo que es difícil que ustedes entiendan. Que cosa, le preguntamos. Cuando apareció, el cielo se nubló y cuando se retiró a su palacio el sol volvió a aparecer. No era un buen rey. Ya. La monarquia es sagrada en Tailandia y se le tiene un enorme respeto. Mejor cambiar de tema. Entonces le preguntamos a F sobre cómo la ciudad convive con sus modernos edificios y caos, y el tranquilo estilo de vida budista. F nos habla del karma y nos dice que lo que uno hace en esta vida, lo bueno y lo malo, se nos devuelve ahora y en la próxima. Buda no castiga. Estan seguros que no quieren que los lleve a Ayuttahaya? No gracias. Miren esas fotos de Ayuttahaya. Acto seguido me pasa su celular. En el moderno aparato aparece una tailandesa semidesnuda. Jajajaja, se ríe F. Tengo dos hijos y estoy casado. Y la de la foto es su esposa?, le pregunto. Si. Ah. Quiero ir a Chili, dice F. Nos vemos allá. Gracias.
sábado, 17 de febrero de 2007
El año del Pig
jueves, 15 de febrero de 2007
La Batiopera
Al menos hoy logré despertar a las 7.30, no como ayer que a las 6.00 ya estaba con las pepas abiertas. El cambio de hora es difícil, más de lo que pensábamos. Cuando uno cree que ya se ha acostumbrado, de un momento a otro viene un cansancio repentino que te tira a la cama en la mitad de la tarde. Pero bueno, lo hemos tomado con calma. Nos queda mucho viaje por delante.
Ayer en la noche el Negro publicó su primera historia con las impresiones iniciales. Cada uno con su estilo.
El miércoles fue un día apacible, pero agotador. Como les contaba, me desperté al alba. Tomamos un excelente desayuno, ya que los dueños de casa son bien sanitos para alimentarse. A las 10 ya estábamos en el Hyde Park comenzando una larga caminata. Es impresionante como entremedio de esta enorme ciudad tienen inmensas áreas verdes, donde mucha gente pasa trotando, a cualquier hora del día.
Nos topamos con el Art Gallery y como era gratis no dudamos en entrar. Había uno que otro cuadro de pintores importantes, pero lo más bonito y novedoso fue ver obras de aborígenes locales.
Seguimos caminando ya en otro parque, el Royal Botanic Garden. Impresionante. Millones de plantas y árboles distintos, hasta pequeños bosques. De pronto miramos hacia el cielo y miles de asquerosos y gigantes murciélagos estaban sobre nuestras cabezas. La primera reacción fue escapar, pero luego fotografiar ese evento primó sobre el instinto.
Pasado el susto, o más bien gracias al susto, caminamos rápidamente hasta encontrarnos con la casa del primer ministro. La vimos por fuera, porque aunque el tour también era gratuito, queríamos llegar pronto a encontrarnos con lo más grandioso: el Harbour Bridge y la Opera House.
Y ahí estábamos los huasitos, como unos japoneses más sacando miles de fotos desde distintos ángulos. Dando jugo, hasta que le dimos pena a una señora que nos ofreció sacarnos la foto de pareja.
Esta ciudad sin duda es muy cosmopolita y uno se puede encontrar con cualquier personaje, pero jamás pensé que nos íbamos a topar con dos monjas mochileando. Nada que decir. Admirable. Viajar le hace bien a cualquiera.
miércoles, 14 de febrero de 2007
La trampa de Sydney
Australia es primer mundo y tiene suficiente dinero para enviar soldados a Irak. Además, manejan por la izquierda. Nos damos cuenta cuando llegamos a uno de los paraderos del aeropuerto para esperar el bus 400 o el 410. La modernidad, pienso. La Vero asegura que la micro nos recogerá exactamente a las 8.29. Así es el primer mundo, le digo y me imagino el Transantiago. Por suerte no todo es perfecto y el autobús se retrasa 10 minutos. Hasta en las mejores familias. La micro tiene un espacio ideado para las mochilas. Eso sí se agradece. Pero andamos livianos. La mía pesa 6,5 kilos y la de Vero ocho. Media hora después nos bajamos en un paradero para hacer la combinación. Ahí tomamos la 373, que nos deja en Coogee, la playa donde viven Daniela y Pedro.
El balneario de nuestros amigos es apacible. El departamento que arriendan queda a dos cuadras de la playa. No hay edificios de más de tres pisos. Nos instalamos, nos duchamos y tomamos nuestro cuarto desayuno del día. El día más largo de nuestras vidas, reflexiona Vero. Qué quieren hacer?, pregunta Pedro. Que descansen, dice la Dani. Cuando nosotros llegamos nos demoramos una semana en acostumbrarnos al cambio de hora, agrega. Nos echamos a dormitar en el living. Ya son como las dos. No podemos abrir los ojos. Pero es el día libre de nuestros amigos y hay que salir. Cuesta comenzar las vacaciones. No es fácil. Ja!
Caminamos por una ruta que bordea la playa. El sol está justo encima de nosotros. Este camino une varias playas; Coogee, Bronte, Tamarama y Bondi, esta última el paraíso surfer y skater. El recorrido es de unos 12 kilómetros. Entre cada playa hay pequeños cerros y parques. También piscinas gratuitas con agua salada. Acá hay un culto a la playa y el surf, nos cuenta Pedro. Vemos gente trotando y disfrutando del mar. Yo me mojo sólo las rodillas. Y ni eso. Soy cobarde. Pienso en Tiburón. Pero la Dani me tranquiliza y me dice que sólo una persona muere cada año por un ataque de un escualo. Pedro recuerda que hace poco un tiburón blanco se tragó a un buzo, pero éste logró sobrevivir. Entonces no hay de qué preocuparse.
Las casas costeras de esta parte del este de Sydney son sólidas, con amplias terrazas, ventanales y desniveles. Quiero una para nosotros. Nos conformamos con mirarlas. Cada playa tiene un camarín público del municipio local. Y más importante aún: unos buzones desde los cuales se extraen bolsas para la mierda de los perros. Pedro me dice que acá casi no se habla de política y que en las campañas el tema más importante son los impuestos a las viviendas. Y el calentamiento global, agrega Daniela. Estoy seguro que acá los políticos ganan según la cantidad de bolsitas que ofrezcan para el excremento de sus mascotas. Es sorprendente. La mayoría no conoce la pobreza. Para ellos ese mundo es Africa, asegura Pedro.
Son las 16.00, pero bastante gente trota con sus Ipods y familias pasean con sus hijos. Es día laboral, pero pareciera que fuera feriado. Estos australianos no se preocupan por nada. A las familias que tienen hijos el Estado les paga 5 mil dólares y los servicios públicos funcionan, dice Pedro. Pese a que están aislados, la mayoría vive feliz, agrega. Pero cuál es la trampa, pregunto. En general la gente es solitaria, opina Pedro. Hace poco una vieja estuvo muerta durante dos años en un departamento acá en Coogee y nadie preguntó por ella, nos cuenta la Dani. No tienen amigos a quienes acudir, sostiene la Vero.
Dejamos la playa y nos vamos al centro de Bondi. Entramos al supermercado. Cada palta vale 2,80 dólares. Pedro me dice que hace un mes no come carne. Llegamos al paradero. En uno de los asientos hay una pordiosera conversando con un tipo flaco de unos 70 años que viste short y gorro de lana con los colores de la bandera nacional. Se parece a Charly García. La mujer es joven, de ojos azules, rubia y delgada. Viste un traje rosado y toma una lata de bebida del mismo color. Sus manos están negras. Hace meses que no se depila. De su cuello cuelga un carnet que da cuenta de su estado. Nos grita y nos pide dinero. Su acompañante momentáneo se nos acerca y nos entrega un pasquín.
De qué se trata su diario?, le pregunta Pedro. Ni mi madre ni mi hermana lo leen, dice el tipo. La pordiosera llama a su amigo. Se sientan. Hazme lo que quieras, escucho que le pide ella a él. El viejo comienza a sobar su estómago y a masajear sus pechos. Le estira la lengua. Ella no responde. Es como si el tipo estuviera lavando una olla sobre ella, afirma Pedro. El viejo insiste en sus caricias y le ofrece nuevamente su lengua. Ella responde con un largo beso. Se acompañan por un rato.
lunes, 5 de febrero de 2007
PREPARANDO EL GOCE
Luego restringirse: menos cine, menos persa, menos Liguria, menos ropa, menos discos, menos asados, menos mal.
Comprar los pasajes, no hay vuelta atrás. Nos vamos como sea. Comenzar a datearse, leer, leer y leer. Lonely Planet, nuestro guía espiritual.
Vacunarse una y otra vez. Primera dosis, segunda dosis, tercera dosis, entre la buena y mala mano de la enfermera de turno.
Pedir el "permiso sin goce" de sueldo no fue menor. Semanas pensando qué decir, cuándo decir, cómo decir... y decir.
Y aquí estamos, a una semana de hacer las mochilas. La idea es Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, pero quién sabe… Eso sí la primera escala será Sydney. Alguien espera por nosotros.